La primera agencia de inteligencia del pueblo. Así se autodescribe WikiLeaks, el sitio en internet que ha causado furor tras la revelación de unos 91 mil documentos militares sobre la guerra de Afganistán.
Cuenta con un personal mínimo —cinco personas— y un pelotón de voluntarios que trabajan sin goce de sueldo para evaluar la información que cualquiera puede enviar. Desde su fundación, en diciembre de 2006, ha dado varios golpes certeros, como cuando difundió, en noviembre de 2009, más de medio millón de mensajes del 11-S, incluyendo comunicaciones de autoridades federales y locales, y también de particulares, generando críticas por violación a la privacidad.
WikiLeaks se ha convertido en el dolor de cabeza de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos. En abril difundió el video “Muerte Colateral”, donde muestra el ataque de un helicóptero estadounidense que acabó con la vida de 15 personas en Irak. Más de cuatro millones de personas vieron la cinta en las primeras 72 horas desde que fue colgado en YouTube.
En 2007, la organización exhibió el manual utilizado por los soldados en Campo Delta, Guantánamo, que les permitía negar el acceso de los presos a la Cruz Roja hasta por cuatro semanas.
También difundió la cuenta de correo electrónico en Yahoo de Sarah Palin y la “Biblia” secreta de la Cienciología.
El rostro público de WikiLeaks es su fundador, el australiano Julian Assange; pero detrás de este fenómeno están disidentes chinos, hackers, programadores de computadoras y expertos en tecnología, en una organización dirigida por Sunshine Press.
Transparencia radical
Los voluntarios que revisan el material que llega a WikiLeaks incluyen expertos en lingüística, informática y derecho.
Además, la gente que trabaja para este sitio mantiene contacto con reporteros y empresas periodísticas.
“WikiLeaks podría convertirse en una herramienta periodística tan importante como el Acta de Libertad de Información”, pronosticó recientemente la revista Time. WikiLeaks busca, a fin de cuentas, y a decir de Assange, “transparencia radical”. Cuantos menos secretos haya, mejor. Se define como una organización “apolítica” que recibe “documentos de interés político, diplomático, histórico o ético”.
El ser un sitio web les da dos grandes ventajas: puede llegar a más gente —tienen presencia en YouTube y Twitter— y les permite garantizar a sus fuentes —los whistleblowers, o soplones— el anonimato. Ni la gente que trabaja de WikiLeaks conoce las identidades de sus fuentes. Así no hay que mentir, dicen.
Su servidor principal (de los más de 20 que tiene en el mundo) está en Suecia, país reconocido por sus estrictas leyes de protección de fuentes. Que la información esté encriptada es otro medio para proteger tanto los datos como a quien los proporcionó. WikiLeaks es una herramienta tan poderosa que el propio Assange ha dicho que “si un gobierno o empresa quisiera remover su contenido, tendría prácticamente que desmantelar internet”.
Al ser un página web, no está sometida a las mismas restricciones que la prensa tradicional. No sólo eso; ha entrado al quite en donde los medios no han podido. En el caso del helicóptero, Reuters había tratado de obtener el video, pero WikiLeaks lo logró antes, lo desencriptó y subió a las redes sociales. Algo similar sucedió con el llamado Reporte Minton (2006) sobre un incidente de desechos tóxicos en Costa de Marfil que, según la ONU, afectó a unas 100 mil personas. A The Guardian le negaron el reporte, pero WikiLeaks logró difundirlo el 14 de septiembre de 2009.
El sitio ha sido multireconocido: en 2008, la revista británica The Economist le otorgó el premio a “Nuevos Medios”, y lo msimo hizo en 2009 Amnistía Internacional, por la publicación de un reporte oficial sobre asesinatos y desapariciones extrajudiciales en Kenia.
WikiLeaks tiene también su talón de Aquiles: funciona a través de donaciones —no acepta dinero del gobierno o corporaciones—, y Assange asegura que para mantenerse requeriría de unos 779 mil dólares al año. Associated Press, Los Angeles Times y la National Newspaper Publishers Association lo apoyan financieramente en casos de demandas legales.
Pero WikiLeaks no siempre consigue recursos, lo que retrasa el proceso de evaluación de información —cuenta con alrededor de 1.2 millones de documentos en su base de datos—, o de decodificación de videos o materiales. La organización considera pasar al modelo de “subasta”, vendiendo la información al mejor postor, so pena de perder su credibidad.
La misma premisa de WikiLeaks, “abolir el secretismo oficial”, resulta controvertida. Su política es de “divulgación indiscriminada, sin consideración con la privacidad, la propiedad intelectual y la seguridad”, dijo a The Guardian Steven Aftergood, difusor de de documentos filtrados en el blog Secrecy News.
Controvertido y para muchos un dolor de cabeza, así es WikiLeaks; parece que llegó para quedarse y, a través de internet, cambiar la manera de difundir noticias.
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